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Comité de Vida o Muerte

Comité de Vida o Muerte

Imagina que vas al médico por un control rutinario y te dice que tus riñones no funcionan bien. Quizás todavía no entiendes el alcance de esta noticia, o te agobias pensando “si yo me encuentro bien”, o tal vez te quedas completamente impactado por el diagnóstico.
Todas estas reacciones son del todo comprensibles. Como bien sabemos, el riñón es un órgano vital, por lo tanto, el fallo del mismo tiene graves complicaciones para la salud. Ahora, por un momento, olvida que es 2024, y piensa que vives en 1960.
Hasta ese año, la hemodiálisis estaba limitada al tratamiento de fallo renal agudo, pero gracias al invento de Scribner y sus colegas en Washington, que desarrollaron una derivación que permitía tratar fácilmente a los pacientes 3 veces por semana, se abría la puerta a tratar pacientes crónicos. Pero este invento, venía envuelto con un gran dilema moral.
La enfermedad renal estaba matando unas 100.000 personas cada año en Estados Unidos. El nuevo sistema permitía tratar solo 1 de cada 50 pacientes. ¿Cómo decidir quién vive y quién muere?

 

El Comité de Dios

La Sociedad Médica de Seattle creó “The Admisions and Policies Comitee of the Artificial Kidney Center at Swedish Hospital”, coloquialmente denominado el Comité de Dios, o el Comité de Vida o Muerte. Este Comité estaba formado por siete miembros; siete personas corrientes: Un abogado, un ministro religioso, un banquero, una ama de casa, un funcionario del Estado, un líder sindical y un cirujano. Sin ninguna formación ni guía moral salvo sus conciencias individuales, convenciones sociales y prejuicios, estas siete personas, que pidieron permanecer en el anonimato, y que no recibían remuneración alguna por el trabajo, decidían qué candidatos optarían al tratamiento, es decir, sobrevivirían, y cuáles no. Por su parte, los médicos ya hacían una selección basándose en criterios “médicos”. Por ejemplo, rechazaban automáticamente pacientes de más de 45 años puesto que a partir de esta edad existe más propensión a desarrollar otras patologías. También se descartaba a los niños, argumentando que el tratamiento era muy duro y les podría aterrar, y que las restricciones dietéticas propias del mal renal no les permitiría crecer normalmente. Esto facilitaba la tarea del comité que se fijaría en factores como la edad, el género, personas dependientes a cargo, estado civil, ingresos económicos, estabilidad emocional, formación académica, ocupación, valor social, etc… Ni que decir tiene que los candidatos escogidos se asemejaban bastante a los miembros del comité.

Volvemos a 2024, y respiramos aliviados… AhoraAquí, todo el mundo tiene acceso al tratamiento de la diálisis. Es un tratamiento duro, pero garantiza la supervivencia y ofrece el tiempo necesario para optar al trasplante, un tratamiento mucho más amable.
Como nos dijo en una ocasión un amigo de la Fundación:

“La máquina de diálisis, es como el amor de mi vida, no puedo vivir sin ella”

 

Raquel Maya
Comunicación

 

S. Alexander. They Decide Who Lives, Who Dies. Life 53 (November 9, 1962): 102–125.

 

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