Conocernos más y mejor nos ayuda a ser más resilentes
Como os decía en mi anterior entrada en el blog, se puede aprender a desarrollar Resilencia. Y para ello, iremos hablando de las diferentes capacidades, herramientas, que debe potenciar aquel que quiere practicar Resilencia en su vida.
Una de estas características es ser consciente de nuestros potenciales y de nuestras limitaciones.
Conocer nuestros puntos fuertes y nuestras debilidades es de gran utilidad cuando debemos enfrentarnos a situaciones tan adversas como una enfermedad crónica, en este caso renal con todo lo que conlleva. Como suelo comentar, nuestra vida es semejante a una maratón con obstáculos y como tal, requiere de una “planificación interna” de nuestras fortalezas para saber dónde debemos apretar el paso, estar fuertes y pacientes ante momentos duros como enfrentarse al inicio del tratamiento renal sustitutivo, el fracaso de un acceso vascular, las listas de espera, una dieta complicada o la reducción drástica de la ingesta de líquidos, complicaciones posibles y otra lista de aspectos sociales, familiares y emocionales que también nos afectan de manera importante en más de un momento. Pero conocernos a nosotros mismos no es sólo saber con lo que podemos; tan importante o más es conocer nuestros puntos débiles y nuestros defectos.
La autorresponsabilidad que requiere la enfermedad renal crónica se cimenta en estos dos pilares puesto que sabiendo qué podemos superar por nosotros mismos y dónde requerimos más ayuda facilitamos la convivencia con esta enfermedad puesto que nuestras metas serán más objetivas y superables, lo que nos encamina al objetivo de no sólo superar la situación sino, además, aprender, madurar y vencer la situación. En resumen, aplicar la Resilencia.
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