Historias con cara y ojos. Iván.
Hola me llamo Iván, y vengo de una pequeña ciudad de Bulgaria.
Recientemente he cumplido 30 años, y llevo casi 7 en diálisis.
En mi país, el sistema sanitario no es nada bueno. Por ello, una persona en mi situación no puede confiar en él.
Cuando nací, los médicos no vieron que tenía un problema congénito en mis riñones y vejiga.
Tiempo más tarde, cuando tenía 4 años, un día, sin más, me desmayé. Mis padres me llevaron al hospital local, pero los médicos les decían que no podían encontrar lo que me pasaba. Me pusieron antibióticos y todo tipo de medicamentos durante casi un mes. Sin embargo, mi estado de salud no hacía más que empeorar
Finalmente, decidieron mandarme a la capital, Sofia. Allí, los hospitales contaban con mejores equipos, profesionales y recursos. Cuando un nefrólogo me examinó, vio que mis riñones estaban llenos de líquido. El panorama era bastante malo. Durante los siguientes días, extrajeron varios litros de orina mezclada con sangre y pus de mis riñones. Para poder salvar mi vida tuvieron que realizar una operación complicada, una urostomía.
Entonces con solo 4 años, comencé a vivir con mi uréter fuera de mi cuerpo, en el lado izquierdo de mi abdomen. Durante 12 largos años, hasta que cumplí los 16.
A los 8 años, ya había pasado por 3 grandes operaciones. La urostomía, la extracción del riñón derecho, ya que no funcionaba y me estaba causando infecciones constantemente, y la tercera cirugía, fue un intento fallido de mejorar el funcionamiento de mi riñón izquierdo.
Todos esos años, estaba esperando que ocurriera un milagro, que mi riñón izquierdo comenzase a funcionar mejor, y así poder volver a poner mi uréter dentro de mí cuerpo, donde realmente debía estar.
Sin embargo, cuando el día llegó, las cosas empeoraron. Cuando pusieron el uréter en su sitio, el mismo problema que tuve a los 4 años se repitió.
Un año y medio después de eso, en 2007, entré en hemodiálisis por primera vez. Fue horrible, muy doloroso y a la vez frustrante. Solamente, tenía 18 años. El shock que me causó todo el proceso fue demasiado duro de aceptar.
Me encerré en mí mismo, mi autoestima se colapsó, no podía dejar de preguntarme por qué esto me había ocurrido a mí.
Afortunadamente, después de 3 meses, mi madre me donó uno de sus riñones. Hicimos el trasplante en Innsbruck, Austria. Obviamente, porque ya no confiábamos en el sistema sanitario búlgaro. La operación fue perfecta y el periodo postoperatorio también.
2 meses después, me vi obligado a regresar a Bulgaria porque no era posible quedarme a vivir en Austria.
Para mi gran decepción, tan pronto puse un pie en el hospital de Bulgaria, recordé todos los malos momentos, la negligencia y la rudeza con la que me habían tratado. Fue como si hubiera viajado al pasado y hubiese terminado en un hospital de la II Guerra Mundial.
Dicho del modo más amable, estaba en shock, pero no tenía otra opción. Ese era el único lugar en Bulgaria, al que las personas trasplantadas podían acudir para ser atendidas.
Sin embargo, solamente 5 años más tarde, mi cuerpo rechazó mi nuevo riñón. En enero de 2013 volví a la diálisis. En ese momento, la crisis física y el colapso mental fueron más fuertes que nunca.
Me empecé a culpar por todo, por todos los errores que había cometido, por las oportunidades que no había aprovechado, hasta por haber nacido con esta enfermedad. Me sentía abatido, roto. Una vez más, empecé a buscar algún tipo de salvación fuera de Bulgaria.
Todo esto me golpeó tan fuerte que estuve a punto de quitarme la vida.
Todos los errores, los fracasos y decepciones me estaba reconcomiendo por dentro. Caí en una depresión. Una severa prolongación de tristeza y un constante sentimiento de inutilidad.
Nada me ilusionaba, nada me satisfacía . Ni siquiera aquellas cosas con las que solía disfrutar. Me resultaba difícil incluso mirarme al espejo, estaba completamente desesperado y cansado, sin motivación para seguir viviendo. Estuve a punto de rendirme.
Me costó más de 5 dolorosos años encontrar un lugar al que poder ir para recibir un tratamiento adecuado. Buscaba información constantemente, les rogaba a mis amigos y a extraños que me ayudasen. Tenía que conseguir dinero para poder escapar del país que me había condenado a muerte en el centro de diálisis.
Pero justo en el momento de mayor desesperación, cuando creía que no tendría ninguna oportunidad de un trasplante, y que me quedaría anclado a una máquina de diálisis para el resto de mi vida, algo inesperado ocurrió y es que finalmente encontré una manera de llegar hasta aquí, a Lleida.
Aquí comencé a luchar de nuevo por mi vida. Las personas aquí me dieron mucha esperanza, han logrado poner una sonrisa en mi cara de nuevo, me han devuelto las ganas de vivir. Se muestran comprensivas y me apoyan en todo lo que necesito.
Me están ayudando a olvidar aquellos recuerdos tan oscuros y a superar mi horrible pasado. Además, han logrado que recupere mi autoestima y me han convencido de que me acepte tal y como soy.
Todo esto lo han hecho, para demostrarme que todo aquello con lo que estuve soñando durante años era posible y que un día se cumpliría.
Desde el fondo de mi corazón y con toda mi alma, muchas gracias por la oportunidad de una nueva y mejor vida.
Ivan Stefanov
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