La sociedad española atraviesa un proceso de transformación demográfica sin precedentes: el número de personas mayores de 65 años aumenta de manera constante. La población que supera los 80 años crece a un ritmo aún más acelerado. Este fenómeno, que se intensificará especialmente a partir del año 2030, coincide con la incorporación a la vejez de las generaciones nacidas durante el llamado baby boom de finales de los años cincuenta.
El aumento en la esperanza de vida no sólo implica el envejecimiento de la población, sino también una modificación en los patrones de enfermedad y mortalidad. Las dolencias crónicas se han convertido en las más comunes entre las personas mayores, provocando limitaciones funcionales que dificultan la realización de actividades básicas de la vida diaria y del autocuidado.
La mejora en los niveles educativos y socioeconómicos, junto con la adopción de hábitos de vida más saludables, la promoción de la salud y los avances médicos y tecnológicos, podrían contribuir a alargar el tiempo de vida libre de enfermedad o discapacidad. En este contexto, aunque el periodo de enfermedad y dependencia tendería a concentrarse en los últimos años de vida, se estima que la tasa de personas dependientes podría aumentar hasta un 50% en los próximos años.
Uno de los efectos más evidentes de esta realidad es la creciente necesidad de apoyo para atender a quienes no pueden valerse por sí mismos. En la mayoría de los casos, esta responsabilidad recae en el entorno familiar, y más concretamente en una sola persona: la llamada cuidadora principal. Este rol conlleva una carga emocional y física considerable, ya que implica dedicar tiempo, esfuerzo y energía de manera continua, muchas veces sin la formación adecuada para afrontar las complejidades que conlleva el cuidado diario.
La presión derivada de esta situación puede generar consecuencias sobre la salud física y psicológica de las cuidadoras, un aspecto que exige mayor atención por parte del sistema sanitario y de los servicios sociales. En este sentido, el reto no se limita únicamente a atender a las personas dependientes, sino también a ofrecer apoyo a quienes las cuidan.
Ante un futuro donde el cuidado familiar seguirá siendo un pilar esencial, resulta prioritario dotar a los profesionales sanitarios de herramientas que les permitan comprender y abordar la realidad de las personas cuidadoras. Solo a través de una atención integral y del acompañamiento adecuado será posible reducir los efectos negativos del cuidado prolongado y garantizar que las personas dependientes puedan permanecer en sus hogares en las mejores condiciones posibles, preservando tanto su bienestar como el de sus familias.
Francisco Peralta Saguer
Psicòleg Clínic col·legiat número C-20894Fundació Renal Jaume Arnó

