El papel del trabajo social en la discapacidad ha experimentado una profunda transformación. En sus inicios, prevalecía un enfoque asistencialista y caritativo, basado en el “modelo médico” de la discapacidad que la consideraba una patología individual a curar o gestionar mediante el internamiento. Los trabajadores sociales actuaban como gestores de instituciones o proveedores de asistencia básica, sin cuestionar la exclusión social y la segregación que sufrían estas personas. La meta no era la integración, sino el control y la gestión de un “problema” social, limitando severamente la autonomía y los derechos de las personas con discapacidad.
El giro crucial se produjo con la adopción del “modelo social” y el enfoque de derechos humanos, impulsado por los movimientos de activistas en las décadas de 1960 y 1970. Este nuevo paradigma sostiene que la discapacidad no reside en la deficiencia individual, sino en las barreras sociales, físicas y actitudinales impuestas por la sociedad. Las personas con discapacidad pasaron de ser objetos de caridad a sujetos de derechos con capacidad de autodeterminación.
En la actualidad, el trabajo social se centra en la eliminación de barreras y la promoción de la inclusión plena en la sociedad. El rol del profesional es el de un defensor y facilitador, que empodera a las personas con discapacidad, conecta con recursos comunitarios y aboga por cambios sistémicos en la educación, el empleo y la accesibilidad general. La colaboración con el movimiento asociativo y un enfoque holístico son fundamentales en esta práctica moderna.
En conclusión, la evolución del trabajo social en este campo refleja un cambio de paradigma social: de la caridad a la justicia social. La profesión ha pasado de ser un agente de la exclusión y el asistencialismo a un actor clave en la lucha por la igualdad de oportunidades, la vida independiente y el reconocimiento de los derechos humanos de las personas con discapacidad.
Cristina Puñet Boira
Treballadora social
Fundació Renal Jaume Arnó
