TRASPLANTES Y DONANTE VIVO
La pandemia sufrida, aún no controlada, nos ha mostrado algunos puntos débiles de nuestra atención sanitaria que debemos mejorar. De forma particular lo relacionado con el trasplante renal que, pese a ser un tratamiento exitoso, se ha reducido un 21,12% respecto a 2019, más de una quinta parte, y eso a pesar del esfuerzo, que agradecemos, de los equipos de trasplante y las sociedades científicas relacionadas, que han puesto en marcha protocolos adecuados para reducir el impacto sobre la donación y el trasplante por los problemas surgidos: necesidades de UCI, quirófanos y zonas Covid Free, tratamientos anti Covid positivo adecuado al colectivo por su inmunidad deprimida, comunicación entre equipos para facilitar la donación, imposibilidad en muchos casos de comunicar con las familias de los posibles donantes… situaciones a las que se ha hecho frente con bastante éxito, teniendo en cuenta la emergencia.
Pero no todo era perfecto antes de la pandemia, sino que estamos requiriendo -y trabajando para ello- una revisión permanente de situaciones importantes relacionadas con los trasplantes, como el retrasplante, el trasplante intervivos, la situación de pacientes hipersensibilizados, la necesidad de crear una red de I+D+i en trasplante (especialmente en nuevos inmunosupresores), etc.
Las mencionadas anteriormente, son algunas de las complicaciones derivadas de la necesidad de trasplante y que requieren atención de las sociedades científicas con la colaboración de los pacientes. Para otros problemas detectados, estas sociedades ya se han puesto en marcha. De momento han publicado “Trasplante Renal de Donante Vivo en España. Análisis de situación y hoja de ruta” (por el Grupo de trabajo para el impulso de la Donación de Donante Vivo, formado por la ONT – Organización Nacional de Trasplantes, la S.E.N. – Sociedad Española de Nefrología y la SET – Sociedad Española de Trasplantes, 30/09/2020) que, entre otras cosas, proponen la mejora del proceso de información, la detección del donante vivo, la priorización de las pruebas médicas a realizar, el proceso del consentimiento, la mejora de los recursos, la priorización de los quirófanos para donante vivo… como puede verse, un gran trabajo y un desarrollo constante del que nos beneficiamos todos en general.
A pesar de todo ello, no tenemos regulada la asistencia pisco socio laboral de las personas trasplantadas y, muy especialmente, del donante vivo. Tema que debe abordarse de forma inmediata, pues somos el país que lidera a nivel mundial la donación y el trasplante, con un sistema bien asentado en el que la donación de vivo ha supuesto, en 2019, un 14% de los trasplantes realizados (5.449/763). Lo que provoca una situación muy injusta, inmoral, incomprensible e insostenible a pesar de la lección de valor, generosidad y altruismo que nos dan a toda la sociedad, a la que añadiríamos la subsiguiente economía de recursos al sistema nacional de salud, tanto económica como de liberación de una persona de las listas de espera, tan saturadas como están.
A todas luces, la donación de vivo produce un beneficio social que merece una compensación digna, por lo que se presentó un Proyecto No de Ley de protección del donante vivo en el Congreso de los Diputados, que personalmente no entiendo cómo no se hizo mediante un Decreto Ley o una Proposición de Ley que hubiera facilitado su aprobación y posterior desarrollo de la normativa, que aún no se ha aprobado. En el mismo PNL, se solicitan una serie de mejoras para el donante vivo, como que esta modalidad de donación sea causa específica de incapacidad laboral, incluyendo el proceso de preparación para donación, la extracción y el de recuperación de la intervención, que se garantice el cambio de las circunstancias de salud que puedan padecer posteriores imputables a la donación, la inclusión de permisos remunerados -que las pruebas se hagan en jornada laboral-, que no constituya causa de despido, y que no lleve penalizaciones en la contratación y/o renovación de seguros o préstamos.
En este momento, nuevamente de forma sorprendente, el donante vivo tampoco es considerado persona de riesgo para ser vacunado en prevención de la COVID-19 como lo es su receptor, siendo que en la mayoría de los casos pertenecen a la misma burbuja familiar e incluso son convivientes. Algunas comisiones científicas relacionadas con el trasplante consideran que se deben vacunar donantes vivos recientes, pero que los que llevan más tiempo (¿cuánto?) se consideran personas sin riesgo y deben ser vacunados en la franja de edad correspondiente. Podemos entender lo que supone una vacunación de este tipo, pero seguimos considerando que el donante vivo debería ser una persona de “especial protección”, no sólo por su acto de entrega, sino porque la protección social, laboral y sanitaria sería un buen ejemplo para que otras personas vieran el buen trato que se dispensa al que colabora ante un problema social -aunque le toque la situación personal y emocionalmente-, y mejorar así el porcentaje de donantes vivos.
Ignacio Gracia. Director de la Fundación Renal Jaume Arnó
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